Tristeza absoluta

El tiempo político que está viviendo mi país, Galicia, me asoma a una tristeza infinita, no alcanzo a ver ningún atisbo de esperanza.

La Xunta recién elegida está liderada por un político mediocre puesto al servicio de una estrategia partidaria y supra-nacional, esto es, estatal, que sólo sirve a la élites de aquí y de allá, que cada vez se confunden más. Su gobierno, los que le acompañan, y su (carencia de) proyecto nos están condenando como pueblo, y, como conclusión, nos conducirán a corto plazo a una depresión económica y social. Y no hablo sólo en términos ideológicos, simplemente hay que asomarse a las páginas de cualquier periódico honrado.

Si los que mandan son para echarse a llorar, ¡¿que decir del resto de nuestros políticos?! Unos, oportunistas y mediocres también, mucho; otros, con proyecto, con ideas, pero en la "parra". Ahora se "reanima" el tema del Estatuto pero así, "ao chou": sin calibrar la importancia trascendental que tiene el texto estatutario, que debe definir nuestro modelo de autogobierno y, por tanto también, su dimensión. ¡¿Cómo llamar a eso sino debate sobre la "identidad"?! Pues eso resulta que está vedado por poco "útil", apelando de nuevo a esa falsa huida de la "ideología": ¿hay algo más ideológico que no querer abordar, por estrictor motivos de cálculo electoral, el debate que marcará el techo de nuestra autonomía?

Ya sólo nos quedaría, entonces, la sociedad civil, que yo dividiría entre el lobby en la sombra que gobierna a nuestro Feij009, una tímida elite urbana que no acaba de saber que quiere ser, y el resto que, sin ánimo de importunar, prefieren dejarlo todo al albur del destino. Hablar de la clase empresarial gallega sería una grosería imperdonable para una persona bien educada como yo.

Así lo veo yo y así también lo ve este señor, que lo explica mejor que yo: si no me creen, léanlo, por favor, y verán que no les miento.